
Cómo abordar sin miedo la conducta de los y las adolescentes
La adolescencia es una etapa de la vida en la que se originan cambios profundos tanto en la esfera física como en la mental.
Es un periodo en el que los médicos y las médicas de Atención Primaria se enfrentan al reto de distinguir entre las características propias del desarrollo y los signos de posibles enfermedades; y uno de los mayores desafíos es abordar las consultas relacionadas con la salud mental, que se han convertido en un motivo de consulta frecuente. Esta es, precisamente, la cuestión que abordamos en el siguiente resumen de un contenido docente elaborado por María Ángeles Moreno Fontiveros, especialista en Medicina Familiar y Comunitaria, del Centro de Salud La Estepa (Sevilla) e integrante del Grupo de Trabajo del Adolescente de la SAMFyC.
En relación con los problemas de salud que aparecen con mayor frecuencia en la adolescencia, se encuentran los trastornos psicóticos, afectivos, de consumo de sustancias y, en especial, los trastornos de conducta, que es el tema central de este artículo y los cuales repasaremos a continuación.
Por otro lado, puedes acceder a la entrevista a María Ángeles Moreno Fontiveros en iSanidad clicando aquí.
La conducta suicida, un problema de salud pública
Uno de los aspectos más graves que afecta a la salud mental de los y las adolescentes es la conducta suicida. En esta línea, las tasas de suicidio siguen en aumento, especialmente entre los jóvenes de entre 15 y 29 años, siendo ya la segunda causa de muerte en este grupo. Es por esta razón que la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera este fenómeno un problema de salud pública grave y una prioridad a escala global.
El diagnóstico temprano y la intervención inmediata son fundamentales para prevenir el suicidio. Así, la entrevista clínica empática y comprensiva es la mejor herramienta para identificar los signos de alerta, que pueden incluir pensamientos suicidas, autolesiones, obsesiones con la muerte o cambios bruscos en la personalidad y el comportamiento. Si bien estos síntomas no siempre indican un riesgo suicida inminente, sí que son señales importantes que deben ser seguidas de cerca.
Autolesiones, un síntoma al alza
Otro comportamiento que está adquiriendo mayor presencia en las consultas de Atención Primaria son las autolesiones no suicidas (ANS), definidas como lesiones autoinfligidas sin que la persona tenga intención de quitarse la vida.
Aunque no constituyen un diagnóstico en sí mismas, las ANS son un síntoma que afecta a un porcentaje en aumento de adolescentes, especialmente en el sexo femenino. Los cortes en la piel son las formas más comunes de autolesión, y se estima que entre un 15% y un 25% de los adolescentes las padecen.
Estas conductas no siempre están asociadas a trastornos mentales, sino que los factores de riesgo incluyen disfunción familiar, aislamiento, historia de abuso o violencia, y un uso indebido de redes sociales.
Con este contexto, los médicos y las médicas de Atención Primaria tienen que evaluar la gravedad y la frecuencia de las autolesiones, así como la presencia de otros trastornos comórbidos, como depresión o ansiedad, y derivar a los y las pacientes a Salud Mental si es necesario.
Cómo diagnosticar los trastornos del comportamiento en adolescentes
El manual DSM-5 clasifica los trastornos del comportamiento como patrones persistentes de conducta que violan las normas sociales, los derechos de los demás o las leyes. Durante la adolescencia, es básico distinguir entre los problemas de comportamiento propios de esta etapa evolutiva y los trastornos del comportamiento más graves, como el Trastorno Negativista Desafiante (TND), el Trastorno Explosivo Intermitente (TEI) y el Trastorno de Conducta (TC).
El TND se caracteriza por un patrón continuo de enfado, irritabilidad y actitud desafiante que interfiere en las relaciones del adolescente con sus iguales y figuras de autoridad. Con una prevalencia del 4-5%, el TND se asocia a comorbilidades como el TDAH, el trastorno disocial y trastornos emocionales. Por otro lado, el TEI implica arrebatos impulsivos y agresivos desproporcionados a los factores desencadenantes, lo que requiere un enfoque diagnóstico y terapéutico especializado.
TDAH: más allá de un trastorno de la infancia
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) afecta a un porcentaje importante de la población, tanto infantil como adulta. Así, se estima que entre el 2-12% de las criaturas y el 4-5% de las personas adultas padecen TDAH, un trastorno neuropsiquiátrico que afecta la atención, la impulsividad y la hiperactividad, cuyos síntomas pueden persistir a lo largo de la vida y, si no se abordan adecuadamente, pueden impactar de manera relevante en la vida académica, laboral y social de la persona.
El diagnóstico del TDAH se basa en una evaluación clínica detallada, que incluya una historia médica completa, exploraciones físicas y psicopatológicas, y la identificación de posibles comorbilidades; mientras que el tratamiento, que combina terapias psicológicas y farmacológicas, es fundamental para mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Algunas reflexiones
Como médicos y médicas de Atención Primaria, es esencial estar preparados para abordar los trastornos del comportamiento en la adolescencia con una visión integral que considere no solo los síntomas visibles, sino también los factores de riesgo y el contexto familiar y social del paciente. En este sentido, una de las claves está en identificar los signos de alerta a tiempo, proporcionar el apoyo necesario y realizar un seguimiento adecuado para garantizar una intervención temprana y efectiva.
Además, cabe destacar que no se deben confundir las conductas típicas de la adolescencia con signos de enfermedad mental, ya que las conductas solo serán patológicas dependiendo de su contexto, frecuencia, duración e impacto en el funcionamiento de la persona.
Asimismo, en casos de ideas suicidas, no se debe banalizar la situación ni confiarse ante mejorías repentinas. Es fundamental no evitar preguntar directamente sobre el plan de suicidio, así como obtener información de terceros (familia, amigos, educadores), ya que esta suele ser más objetiva que la del propio adolescente, quien tiende a minimizar la gravedad de sus actos. Además, no se debe rechazar el diagnóstico de TDAH por la edad del paciente, ya que sus síntomas pueden persistir en la adultez.
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