
Puntos clave para el manejo eficaz de la hipertensión arterial en pacientes ancianos
La hipertensión arterial (HTA) sigue siendo una de las enfermedades más prevalentes en la población anciana, constituyendo un factor de riesgo importante para múltiples enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares.
Sin embargo, la hipertensión en este grupo de edad no siempre se diagnostica o trata de manera adecuada, lo que puede llevar a complicaciones importantes. El programa formativo APDAY-semFYC aborda esta cuestión en un contenido docente, de la mano de la especialista en Medicina Familiar y Comunitaria Mencia Benítez Camps, que incide en los puntos clave para el diagnóstico y tratamiento de la hipertensión en pacientes mayores, con el objetivo de optimizar su manejo, reducir riesgos innecesarios y mejorar su bienestar y calidad de vida.
Además, puedes acceder a la entrevista a Benítez sobre este tema publicada en iSanidad.
La prevalencia, preocupante
La prevalencia de la hipertensión arterial se acentúa con la edad y está asociada a un mayor riesgo de eventos cardiovasculares y otras comorbilidades. Además, la variabilidad de la presión arterial en ancianos es mayor que en la población más joven, lo que complica tanto el diagnóstico como el tratamiento.
Por otro lado, es común que los y las pacientes mayores presenten hipertensión de bata blanca, un fenómeno en el que los valores de presión arterial se elevan solo en el consultorio médico debido al estrés o la ansiedad, pero no en su vida diaria. Esto pone de manifiesto la necesidad de utilizar técnicas de medición ambulatorias, como la monitorización ambulatoria de la presión arterial (MAPA), que permite obtener un diagnóstico más preciso y evitar tanto el sobrediagnóstico como el sobretratamiento (grado de recomendación B).
Mejorando la precisión en el diagnóstico
Aunque los criterios diagnósticos para la hipertensión no varían según la edad, la variabilidad de la presión arterial en los ancianos es notablemente mayor. Esta variabilidad hace que las mediciones ocasionales en el consultorio no sean suficientes para realizar un diagnóstico certero. Por esta razón, la medición ambulatoria de la presión arterial (PA) es una herramienta esencial en el diagnóstico de la hipertensión en este grupo de pacientes. Estas mediciones proporcionan un panorama más completo de las fluctuaciones diarias de la presión arterial, permitiendo un diagnóstico más fiable y reduciendo la posibilidad de realizar diagnósticos incorrectos que puedan derivar en tratamientos innecesarios.
Cómo adaptar el tratamiento según la edad
El control de la hipertensión en pacientes mayores debe adaptarse a las condiciones específicas de cada paciente. Así, para los pacientes de entre 65 y 79 años, los objetivos de control se basan en una presión arterial inferior a 140/80 mmHg. Sin embargo, en algunos casos, se pueden intentar objetivos más estrictos, como mantener la PA por debajo de 130/80 mmHg, siempre y cuando no se observen efectos adversos y se garantice la tolerancia del paciente al tratamiento (grado de recomendación A). Para los pacientes mayores de 80 años, el control debe ser más flexible, con una presión arterial objetivo de <140/80 mmHg, evitando cifras demasiado bajas que puedan causar complicaciones adicionales, como caídas o efectos negativos en la función renal.
En el caso de la hipertensión sistólica aislada (HSA) en pacientes de entre 65 y 79 años, el objetivo puede ser más alto, con una presión arterial sistólica (PAS) inferior a 150 mmHg, especialmente cuando se observa que los beneficios de un control más estricto no superan los riesgos potenciales (grado de recomendación B).
Tratamientos diferenciados en pacientes mayores
El tratamiento de la hipertensión en ancianos combina intervenciones farmacológicas y no farmacológicas. En términos generales, las medidas no farmacológicas, como la modificación de la dieta y el ejercicio físico, siguen siendo las mismas que en la población más joven; mientras que, en pacientes mayores de 80 años, se deben tener en cuenta ciertas restricciones, como evitar una reducción de peso en ausencia de obesidad o una reducción estricta de sodio, ya que estos enfoques pueden afectar la nutrición y agravar problemas de salud existentes (grado de recomendación C).
En cuanto al tratamiento farmacológico, se recomienda iniciar medicación si la presión arterial es superior a 140/90 mmHg en pacientes de entre 65 y 79 años, o si la PAS es superior a 160 mmHg en mayores de 80 años. Sin embargo, antes de iniciar cualquier tratamiento, es fundamental evaluar el estado de fragilidad del paciente, ya que este factor puede influir en la elección de los medicamentos y en la intensidad del tratamiento (grado de recomendación B).
La fragilidad, punto central en la toma de decisiones terapéuticas
La fragilidad es un factor determinante en el tratamiento de la hipertensión en ancianos. Si un paciente presenta fragilidad moderada-severa, los objetivos de control de la presión arterial y la necesidad de tratamiento farmacológico deben ser individualizados. En estos casos, puede ser prudente evitar el uso de ciertos medicamentos antihipertensivos que podrían contribuir a efectos adversos, como mareos o caídas (grado de recomendación C). Además, si un paciente ya tratado con antihipertensivos muestra signos de fragilidad o la fragilidad se agrava, se debe considerar la posibilidad de desprescribir algunos medicamentos, especialmente si la PA se encuentra por debajo de 130 mmHg (grado de recomendación C).
Deprescripción gradual y controlada
La desprescripción de fármacos en este grupo de edad debe ser un proceso paulatino y supervisado adecuadamente. En este sentido, la retirada abrupta de medicamentos podría tener consecuencias adversas, especialmente en aquellos pacientes cuya hipertensión esté bien controlada.
Asimismo, cada paso de la desprescripción debe ir acompañado de un monitoreo constante de los efectos que pueda generar, para asegurarse de que no surjan complicaciones derivadas de la reducción del tratamiento (grado de recomendación C). Es esencial no tomar la edad como único criterio para la desprescripción de medicamentos, ya que algunos pacientes mayores pueden seguir beneficiándose de la medicación antihipertensiva si se hace un seguimiento adecuado.
Cómo evitar errores
Finalmente, es importante señalar algunos errores comunes que deben evitarse en el manejo de la hipertensión en los pacientes ancianos. Entre ellos se encuentran:
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No diagnosticar HTA sostenida sin confirmación mediante técnicas ambulatorias, ya que los ancianos presentan una mayor variabilidad de la presión arterial y una alta prevalencia de hipertensión de bata blanca, lo que puede conducir a diagnósticos erróneos (grado de recomendación B).
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No establecer objetivos de control de PA inferiores a 120/70 mmHg, ya que estos niveles son inalcanzables y pueden ser perjudiciales para la salud de los pacientes mayores, especialmente los frágiles (grado de recomendación C).
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No desprescribir medicamentos solo por la edad, ya que la medicación antihipertensiva puede seguir siendo beneficiosa en pacientes mayores, siempre que se realice una evaluación adecuada.
Un abordaje individualizado
El tratamiento de la hipertensión arterial en pacientes ancianos debe ser individualizado, teniendo en cuenta factores como la edad, la fragilidad y las comorbilidades. Un manejo adecuado, que combine medidas no farmacológicas con tratamiento farmacológico de manera flexible, puede reducir los riesgos y mejorar la calidad de vida de los pacientes mayores. Es esencial utilizar las herramientas adecuadas, como la medición ambulatoria de la presión arterial y la desprescripción gradual de medicamentos, para asegurar un enfoque terapéutico eficaz y seguro.
Los contenidos íntegros de este capítulo están disponibles para las personas inscritas en el programa formativo APDAY de la semFYC.
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